El Barça puede presumir, además, de haberse clasificado para octavos de final por la puerta grande en las seis últimas ediciones. Y curiosamente siempre se ha asegurado ese primer puesto en partidos a domicilio. En la 2007-08, con Rijkaard, bastó con un empate en Lyon (2-2) en la 5ª jornada; en la 2008-09, ya con Guardiola, se cerró el pase goleando en Lisboa al Sporting (2-5) también en la penúltima jornada; el mayor sufrimiento se vivió en la 2009-10, cuando se apuró hasta el último para ganar en Kiev al Dínamo; y en la 2010-11 y 2011-12 se volvió a respirar en la 5º con victorias en Atenas (0-3 al Panathinaikos) y Milán (2-3). Ayer se repitió la historia en Moscú.
La última vez que el Barça pasó a octavos de final como segundo de grupo lo pagó cayendo en octavos ante el Liverpool, que más tarde alcanzaría una final que perdió ante el Milan. Aquello sucedió en la temporada 2006-07 y es la demostración del peligro que conlleva ceder en el sorteo los privilegios citados del primer puesto. Aunque a veces se cuela algún segundo con trampa, en principio el camino hacia los cuartos de final se debería allanar con un cruce más asequible en octavos y la confianza de saber que el Camp Nou puede ayudar a arreglar un teórico tropiezo en la ida.
El Benfica se jugará el pase
Tito Vilanova podrá dar oportunidades a los menos habituales y a varios jugadores del filial ante el Benfica el 5 de diciembre, un mes repleto de exigentes compromisos cada tres días. En juego estará el honor, el prestigio y el dinero que gana el club por cada victoria (1.000.000 de euros). El técnico tendrá que hilar fino porque Benfica y Celtic se juegan el segundo puesto. Pueden haber suspicacias.